lunes, 18 de enero de 2016

Star Wars: El despertar de la Fuerza: cuando el imperio del fanservice ataca.




La película me ha dado un sabor agridulce: recuerdo los buenos tiempos de mi infancia cuando era fan de la saga y ,en contra parte, a la molesta idiosincrasia que representa adorar a la franquicia.

La película es disfrutable, los efectos especiales entre computadora y animatronicos son bonitos de ver en pantalla grande. Los aspectos juveniles por lo menos no son un dolor en el culo, los nuevos personajes no son tan carismáticos como en otros episodios de la saga; la mayoría de ellos desempeñan su papel de forma decente y se nota el intento de forjar caracteres más maleables; pero algunos resultan cutres (ejemplo esta Kylo Ren como un intento de Dark Vader aunque su carácter polifacético lo hace muy emo).


Como no podía faltar, John Williams es el que otorga el alma épica a la saga con su poderosa composición musical. Star Wars sin John es solo un cascaron sin chiste.

Su mayor problema es que es fanservice puro, la estructura y el desarrollo de muchos de los personajes son tropos de la primera saga acompañados con mejores efectos especiales. Aunque las precuelas no fueran lo que todos esperaban, George Lucas buscaba expandir el universo que había creado; aunque había personajes de la saga original y ya sabíamos hacia donde se dirigían, se percibía que en su universo había más tela de donde cortar. Pero esta séptima parte solo va a lo seguro, sigue aferrado al mismo estilo de la saga original para no tener que enfrentarse a la masa de fans de la saga.

Star Wars: el despertar de la fuerza no es una mala película, la recomiendo ver en cines porque los efectos especiales valen la pena, tienes pequeños aspectos que quiere explorar y les mentiría si les dijera que no me entretuvo. Sé que el universo de Star Wars no es tan extenso y complejo comparado a otros de la rama de la ciencia ficción; pero tiene un carisma que muchos de ellos envidiarían. Me parece tristes que ya pensándolo en frío me diera cuenta que lo único que hicieron fue meter nuevos efectos, dar un toque más juvenil a los personajes y agregar uno que otro suplemento. 

Para mí fue el remake del episodio IV y espero que J. J. Abrams tenga huevos para dar un estilo propio a esta saga sin temer a regarla como lo hizo Lucas. 

sábado, 9 de enero de 2016

Halley: un ejemplo de como ahogar una película en pretensiones.




Humberto ha decido renunciar a su trabajo como vigilante nocturno en un gimnasio.¿Por qué? Él está muerto y ya no puede ocultar este hecho ante una sociedad de la que no se siente parte... El argumento no suena tan mal, un zombi en el D.F. que camina entre una sociedad superficial, insensible y que no se da cuenta de su propia decadencia. Lastima que solo fuera la fachada.

La película está untada en un filtro blanco que no me hace percibir seriedad, por lo general estos recursos son usados para resaltar facetas: una expresión de fondo en la escena. Sebastián abusa de este aspecto en toda la película asesinando escenas con potencial; como si no supiera valorar los colores naturales o por lo menos variar su filtro. Puede que intentara resaltar su mensaje con este aspecto, pero más temprano que tarde empieza a hartar. Y su revelador anuncio de una sociedad inconsciente de su decadencia también es igual de abusada: parece un suplemento para reforzar la película, pero te das cuenta que están alargando por alargar. Muestran algunos matices y los repiten porque la película no tiene otra cosa que decir: hasta ahí llego la película.
Uno de los pocos aspectos bien conseguidos podría ser el mismo Humberto, no hay un abusos tan desmedido a la hora de resaltar su estado físico: es morboso cuando tiene que serlo y punto. Alberto Trujillo se esfuerza para dar vida a su persona, puede que sea dramático hasta el hartazgo; pero tiene sus momentos empáticos: transmite con claridad y evoluciona.

Sebastian Hofmann
He investigado un poco sobre el director, Sebastián Hofman, y su trabajo, es un tipo con ideas decentes pero parece que su pedantería hace muy poco gráciles sus trabajos, tiene un excelente entendimiento de la regla casi olvidada del “muestra no cuentes” y la esencia del realismo mágico; pero también, es la persona que tira a efectos inconexos, planos vacíos y filtros saturantes solo porque se ve abstracto y bonito. 
 
Cuando pienso en esta película la primera palabra que me viene a la cabeza es “sofocante” y no en el sentido que busca la película con sus planos y su sonido. Halley tiene uno que otro acierto, sus temas son interesantes; pero no es suficiente para sostener los excesos poco sutiles y vacíos que carga. Halley es la película de un hipster pretencioso que se la tira de profundo.