CJ, su mejor
amigo Scott y el hermano menor de Scott, Robbie, se escapan por los pelos de
una disputa en un bar de las carreteras de Wisconsin. Para mejorar la situación,
parece que alguien quiere seguir la pelea. Alguien montado en un monstruoso Cadillac
de los años cincuenta. A los chicos se les ha ido la situación de las manos y
lo que en un principio era una noche de juerga se a convertido en una
persecución mortal.
Que bueno es
ver que a comienzos de siglo se siguieran haciendo los road horrors. La
historia es simple: los chicos la han cagado, punto. Aunque también se tomaron
el tiempo para meter un giro en el climax, que no queda de más. El guion no es
muy maduro; no obstante, sabe mantener el interés: son como los diálogos de
cualquier novela de Stephen King. La película también se sostiene por las
actuaciones. Los personajes son basicamente tropos, pero quienes los
interpretan les trasmiten verdadero carisma. Destaco la actuación de Randy
Quaid como el sherif Charlie, ese Randy es la reata.
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